martes, 8 de julio de 2008

En el país del oro negro.

Eduardo J. Barrios P.
Caracas, 8 de julio del 2008

Es difícil admitir que en uno de los países más ricos del planeta no tanto por su diversidad en flora, fauna, bellezas naturales, sino en minerales como: hierro, aluminio, diamantes, oro, uranio y uno de los principales productores de petróleo, más del 70% de la población este en pobreza. Es inconcebible igualmente que la seguridad alimentaria de sus habitantes tenga un 70% de importación de productos elaborados, semi elaborados y de materia prima para la agroindustria. Es inconcebible que exista desnutrición infantil y que enfermedades erradicadas hagan de nuevo de las suyas, como: tuberculosis, mal de chagas, paludismo, entre otras.

Es inconcebible que un país que ha obtenido ingresos por venta de petróleo en estos últimos 10 años de aproximadamente 700 mil millones de dólares, haya perdido la oportunidad de crear las bases para el desarrollo de la nación. Este dinero se ha ido por los caminos de la corrupción, de la dádiva alegre, de la pésima administración y qué este régimen no pueda mostrar las pocas obras públicas que han realizado en esta década, porque el costo de la mismas lo han duplicado o triplicado y los poderes constituidos, apéndices de la administración central, se hacen de la vista gorda y cómplices de este desfalco y robo a la nación venezolana.

Es inconcebible que en el país del oro negro los hospitales estén en el más deprimente abandono, que nuestras vías de comunicación carezcan del mantenimiento adecuado y la mayoría de ellas estén destrozadas. Que los maestros y policías estén mal pagados, con unos ingresos por debajo de la canasta básica familiar calculada en 1500 bolívares fuertes y que el sueldo mínimo, supuestamente el más alto de Latinoamérica, apenas alcance los 800 bolívares fuertes. Que los venezolanos tengamos que vivir encarcelados en nuestros hogares porque el gobierno es incompetente para garantizar la seguridad de sus ciudadanos.

Es intolerable que el Gobierno pretenda eliminar a la iniciativa privada controlando sus precios, invadiendo sus predios, confiscando sus propiedades, expropiando sus empresas y para ello utiliza a los organismos oficiales y a la fuerza pública para tales despropósitos.

Es inconcebible que este régimen gris, ineficaz, corrupto, que ha mantenido durante esta década un discurso violento, descalificador, de siembra de odio entre los hermanos venezolanos y de mentiras, pretenda que se le crea que quiere rectificar su rumbo. Hay quienes afirman que miembros del Secretariado de las FARC reciben protección y facilidades para vivir en el país y es un aliado de la narcoguerrilla colombiana. A ésta la Asamblea Nacional de Venezuela le otorgó el estatus de beligerante, igualmente solicitó el Presidente Chávez un minuto de silencio por la muerte del guerrillero Reyes y en los computadores de este último, hay supuestas pruebas de la complicidad del gobierno venezolano en acciones antidemocráticas contra el gobierno legítimo de Colombia. Ahora trata de cambiar su discurso llamando a la rectificación a este grupo de facinerosos que aún mantienen en su poder cerca de 800 secuestrados y esta misma posición, como en concierto de voces, es seguida por los presidentes Castro de Cuba, Correa de Ecuador, Morales de Bolivia y como mirones, la presidenta de Argentina y el presidente de Nicaragua, aceptando los nombrados y otros, la intromisión y la expansión militar del gobierno venezolano en sus territorios, disfrazada de ayudas en metálico o en bienes.

El país del oro negro es un reducto de la droga colombiana desde hace años con mayor presencia últimamente y, de alguna manera u otra, el gobierno conoce internamente quienes se benefician con este tráfico ilegal de estupefacientes y ha girado la cara a otro lado para hacerse el loco, como decimos en este país cuando no queremos corregir las cosas. Expulsó hace un par de años a la agencia estadounidense especializada en la lucha contra este flagelo DEA y hoy trata de aparentar que rectifica su rumbo, llamándola nuevamente a regresar al país.

La cruda realidad es que en el país del oro negro la riqueza no es del pueblo, la pobreza es una tragedia en un pobre rico país, el desempleo alcanza la cifra impresionante de casi un 14% de la fuerza laboral y en las zonas rurales, este porcentaje se incrementa a un 20% obligando a las humildes familias venezolanas a emigrar a los centros poblados incrementando los cinturones de miseria al construirse más de un millón de nuevos ranchos en estos últimos 10 años, carentes de servicios públicos: agua, electricidad, vialidad, servicios asistenciales, colapsando así lo poco que hay en estos deprimidos sectores. Ni para resolver los problemas de alimentación, salud y vivienda, ha servido este régimen que quiere vender un sistema ideológico a Venezuela y al continente, el de la revolución del siglo 21, que es rechazado por su pueblo y por quienes aman la libertad y la democracia.

eduardojbarriosp@gmail.com

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